martes, 23 de diciembre de 2008

2009, Os deseo lo mejor




Sueños por los que luchar, esperanzas amalgamadas con dudas que volverán a quedar sin respuesta, días y noches que de forma cíclica se empeñarán en hacernos creer que nada vale la pena, pero...

Un nuevo año en forma de promesa, se presenta como el mejor regalo de una vida que a pesar de todo, de las injusticias, del llanto de los desfavorecidos, de la intolerancia, del abuso del poder, sigue fluyendo y nos regala este aliciente que desnudo, tierno y lleno de positividad, nos invita a continuar en un mundo que permanece, que nos pertenece y donde todo puede ser posible...

Os deseo lo mejor: que no nos quedemos sin sueños.


GRISELDA MARTÍN CARPENA
2008-2009

sábado, 22 de noviembre de 2008

AUNG SAN SUU KYI



La demència consisteix en anar oblidant primer el present, després desapareix el passat, fins que tu mateix, acabes sent un desconegut.

Els nostres dirigents (alguns) volen recuperar la memòria històrica, fet essencial per a no oblidar-nos del que vam ser, dels nostres orígens, però, em pregunto: què passa amb la memòria recent?

Per què es veuen fotos a la premsa dels nostres polítics, donant la ma a dictadors, per exemple de la Xina?

Per què tenim tractes comercials amb els governants de Birmània, que estan matant a una població que només demana democràcia, autonomia?

Em sembla que la nostra societat, pateix de greus símptomes de demència. Penso que sense oblidar l’origen, no hem de perdre el sentit del PRESENT...

Vull donar el meu recolzament a Aung San Suu Kyi, premi nobel de la Paz, que viu a Londres, tancada a un pis, per protegir-se d'amenaces de mort per dictadors Birmans, amb qui Espanya manté tractes comercials.

Suu Kyi, tan sols demana democracia i autonomia al seu pais.
¿Sabeu que vol dir això?

viernes, 2 de mayo de 2008

Freya... sólo un perro



Si llego a casa, ella no está para recibirme. Cuando marcho no tengo a quien acariciar. Me falta su respiración por la noche, a los pies de la cama. No siento su caminar por el parket. Ya no percibo su olor…Siento un vacío doloroso desde que Freya murió y algunos me dicen… ¡solo era un perro!

Es cierto, solo era un perro y es cierto que solo un perro, te sigue queriendo a pesar de conocerte. Solo un perro te demuestra un amor incondicional, una lealtad y una entrega, que pocos seres humanos son capaces ni de imaginar.

Groucho Marx dijo que cuanto más conocía a los hombres, más quería a su perro. Después de convivir trece años con Freya y después de perderla, he aprendido una lección que en ningún aula me han enseñado. Me he dado cuenta de que soy un aprendiz en lealtad, en fidelidad, soy un aprendiz en saber amar sin esperar recompensa, soy un aprendiz en saber respetar, en saber perdonar…

Nunca olvidaré a Freya, una preciosa hembra de pastor alemán que compartió su vida con mi familia y ha sido un miembro importante de ella. Ha sido un ser inteligente, afectuoso e irremplazable. Soy una agnóstica convencida pero en estos momentos de tristeza en que es muy duro aceptar…”El nunca más”, me gustaría creer que existe un lugar después de esta vida y si fuera verdad, estoy convencida que ella estará allí, en un lugar privilegiado, esperándome.

Freya…te quiero.

A una buena amiga



EN UN LUGAR ESPECIAL

Trabajamos atendiendo a seres humanos con quejas, con dolores. Intentamos dar respuesta a problemas que a menudo no tienen solución, pero en medio de esta tristeza, de esta realidad aplastante a veces ocurren cosas fantásticas, a veces conectas con gente especial con la que puedes recorrer parte de tu camino y tú Encarna has sido una persona muy especial.

Quisiera creer en un lugar que existe más allá de la realidad, en los confines del sueño. Es un lugar donde todo es posible y no tiene cabida ni el dolor, ni la tristeza, ni el adiós. Es un lugar donde nace el material para crear los cuentos, las novelas. Es un lugar donde nace la idea del amor, donde se forjan las ilusiones, y en este lugar es donde viven las hadas.

Me gustan las hadas porque son especiales, porque son etéreas, enigmáticas y porque te acompañan para encontrar el camino que te conduce a ese lugar especial. Quisiera que conserves esta pequeña hada y nunca te olvides que al igual que ella, tú estarás siempre presente en ese mundo que nunca muere, en ese mundo particular donde todo es posible y donde no existe el adiós.

Miriam








30-06-1981


Te sentía vibrar en mi interior
Era algo extraño
Era algo nuevo
Era tu cuerpo dentro de mí.

Mezcla de amor, dudas, vida
No sabía quién eras
Solo que ya te quería.

Ansia de conocerte
Miedo al dolor
Miedo por ti, miedo por mí.

Por fin llegó el día
Momento de separación
Principio de tu existencia
Nervios, tristeza, alegría.

Sentí tu llanto
Tenías un rostro, un nombre
Un hada rubia, sonrosada
Fruto de mis entrañas.

Ya no me pertenecías
Te acuné entre mis brazos
Y supe que te sentiría siempre
Supe que te amaría siempre
Como si aún vibraras
Dentro de mí.

miércoles, 23 de abril de 2008

Girando en la rotonda

RELATO FINALISTA CONCURSO SAN JOAN DESPI. 2008
Entrega de premios, 25-4-2008 en biblioteca Miquel Martí i Pol







Celebrando el premio con mis compañeros de ambulata y críticos literarios particulares.
Foto superior: Carles Porta, periodista y escritor (tor, tretze cases i tres morts)
Foto inferior: Rosa U.,Encarna,yo misma, Felip, Rosa S.
Fotógrafa: Montse


ELLA

Llueve intensamente, pero a ella no le importa. Le gustan los días lluviosos, grises, que últimamente sintonizan con su estado de ánimo. Al volante de su coche, dirección al trabajo, mientras observa la matrícula del SEAT que la precede, le invade una sensación: todo es una gran mentira.

A punto de entrar en la rotonda, mira atenta a su izquierda, es uno de los puntos negros del trayecto de todos los días. Cuando dejas el camino recto y has de elegir otra dirección, los conductores se vuelven locos, no respetan las normas, algunos dudan, puedes esperar cualquier reacción incongruente. Tras unos segundos de tensión, entra en el circulo que distribuye las direcciones, ahora, solo es cuestión de escoger la salida y volver a la tranquilidad.

Le levanta con cara de malas pulgas, el dedo anular de la mano derecha, al odioso conductor que no la deja cambiar de carril, lleva un buen rato pidiéndole paso con el intermitente y el muy gilipollas casi la obliga a salir de la autopista por no aminorar un poco la marcha. ¡Son malos!
Consigue salir por la dirección correcta, ha solventado una de las dificultades de todos los días, solo le queda una rotonda para llegar al instituto, respira tranquila, pero una asociación de ideas le da vueltas en la cabeza, como una noria que gira sin cesar.
La rotonda y su vida, la rotonda y su vida.

Cuando tiene el volante del coche en las manos, entra en una especie de catarsis que la ayuda a centrar los pensamientos. Su cuerpo, sus reflejos y su mirada, están pendientes de la carretera, pero al mismo tiempo, la mente se libera y puede pensar con tranquilidad.
Hace tiempo, no sabría decir cuanto, se siente como si estuviera girando de forma infinita en una absurda rotonda, absurda y aburrida. Se abren ante ella, varias direcciones, pero no se decide por ninguna. Se preocupa por pequeñeces, los problemas de los demás, la están desbordando. Nota la mente disgregada, se siente mal y realmente no sabe porque. ¿Hay algo tan importante para que todo deje de ser importarte?
Debe encontrar la salida y dejar de girar sin sentido en el círculo de sus pensamientos.
Debe salir de la rotonda de su vida.
.
Se pone el semáforo en verde y arranca de nuevo. Deja que las ideas fluyan sin control y piensa en el trabajo. ¿Por qué no pide el traslado para el instituto del barrio? Sería más cómodo, ahorraría tiempo y dinero pero por otro lado, su mundo se reduciría. Trabajando lejos de casa, es como vivir en dos mundos distintos, separados por tres cuartos de hora de carretera. El tiempo que dura el desplazamiento se convierte en un periodo de recogimiento, cuarenta y cinco minutos de ver pasar la vida tras los cristales de su pequeño coche, donde se encuentra consigo misma. Uno de los pocos momentos que son realmente suyos.
¡El instituto! ¿Quién la mandó a ella dedicarse a la enseñanza? Se ha transformado en la mujer que soñaba cuando era adolescente, todos sus sueños se han convertido en realidad, pero está viviendo los sueños de aquella niña, no los de la mujer.

Los adolescentes, niños que se quieren disfrazar de adultos, que rechazan a sus mayores y cometen sus mismas faltas, la esperan un día más. Se esforzará en hablarles de civilizaciones antiguas, les pasará diapositivas de esculturas, de iglesias que han permanecido a través de los siglos, de cuadros que esconden secretos, pero ellos, en cuanto se dé la vuelta, lanzarán papelitos por el aire o quedarán para el fin de semana. ¿Ella tiene que educarlos? ¿Y a los padres quién los educa, en la obligación que tienen sobre sus hijos?
¿Qué haría si dejara la enseñanza? Nunca ha hecho otra cosa, no sabe hacer otra cosa. Lo dejaría todo y volvería a empezar, volvería a tener sueños, seguro que le vendrían nuevas ilusiones. ¡En la vida hay tantos caminos para explorar!
Tiene que decidirse y no darle vueltas a todos sus pensamientos.

Llega a la próxima rotonda. Se pone el semáforo en rojo, pasan los coches que enfilan la Diagonal, cruzando la vía del tranvía. Se pondrá verde y seguro que alguno se quedará en medio. ¡Cada día lo mismo! Sale disparada en cuanto cambia el semáforo, quiere evitar el tapón, que día tras día, y coches diferentes, fabrican de nuevo como un bucle infinito. El tapón entorpece el tráfico y los coches se quedan en los cruces dando origen a un concierto de cláxones de diferentes tonos, música demoníaca, a la que muchos son aficionados. Quieren tener los coches más grandes y hacen sonar la música infernal, porque seguramente, solo al volante de sus coches, se sienten importantes. Realmente su pensamiento es otro, pero lo obviaré.
Consigue tomar la carretera de Esplugas y llega al instituto puntual, como siempre. Aunque como siempre, hoy también llega acelerada. Es un clon convertido en persona, es un clon del conejo blanco de Alicia que con el reloj colgado del cuello, corre ansioso porque llegará tarde.

Acaba las clases. Hoy tenía tutoría con un alumno conflictivo y esperando a los padres que no se han presentado, se le ha hecho tarde.
Sigue lloviendo.
Sube de nuevo al coche para volver a casa. Hoy es su aniversario de boda y su marido le ha prometido una sorpresa. El restaurante por lo pronto es el mismo de todos los años, no se imagina en que debe consistir la sorpresa. Durante diez años siempre han celebrado el día de su aniversario en el mismo local, siempre han cenado lo mismo e incluso el camarero es el mismo, no ha cambiado ni de aspecto.

Se hará una limpieza de cutis y registrará el armario porque no sabe que diablos se pondrá, tiene que renovar el vestuario. Llegará tarde. Respira hondo, se tiene que serenar. Hoy ha decidido que será un nuevo capítulo del libro de su vida.

Deja que su mente hipnotizada por la lluvia y por la carretera, siga volando, independiente a su cuerpo, independiente al tiempo y al espacio. Suena la música y parece que el limpia lleve el compás. Recuerda el día en que lo conoció. Lo primero que la enganchó de aquel hombre fue su mirada, una mirada misteriosa, una mirada inteligente. En su vida todo transcurría muy rápido pero con aquel hombre, parecía que el tiempo se detuviera. Se dejó llevar por un magnetismo invisible, por una atracción intensa que nunca había sentido al lado de ningún ser vivo.
En menos de un año vivían juntos.

Últimamente su convivencia no era lo que se podría decir ideal, habían caído en una rutina, sus vidas eran como un calendario escolar, con casillas fijas, sin tiempo para el placer de la aventura. Los días transcurrían por un sendero monótono, donde la única irregularidad era ella, ella y sus cambios de humor. Su carácter volcánico, chocaba con el talante relajado de él. Los castillos que construía en el aire, se deshacían en mil fragmentos cuando cruzaba el portal de su vivienda y se encontraba con la realidad: niños que cuidar, cenas para preparar, ropa que planchar, llamadas telefónicas que expresaban las quejas de unos padres que no saben envejecer. Ella se desesperaba, él, estudiaba tranquilo en el despacho.
Esta noche hablarán claro, esta noche lo arreglarán. Quizás ese es el problema, la falta de comunicación.
En el restaurante de todos los años, cenando lo mismo de siempre y atendida por el camarero que nunca envejece, conseguirá vaciarse de los demonios que la corroen. Él la entiende, sabe escucharla como nadie. Seguro que a partir de esta noche, podrá salir de la absurda rotonda y tomar una de las direcciones. Son jóvenes y siempre hay tiempo para reconducir la vida.
Gira el volante con una sonrisa.


EL

Un domicilio a última hora, ¡y hoy precisamente! Ella siempre es muy puntual, y esta noche quiere ser él, quien la espere en el restaurante. Recoge el despacho, guarda las recetas bajo llave, desconecta el ordenador y le pregunta a su compañero, si puede sustituirle.
Antes de ir a casa, se va a hacer la visita domiciliaria que tiene pendiente. Ha llamado antes al paciente por teléfono para tantear el diagnóstico y valorar la gravedad del problema. Parecía un cuadro más de virasis. El paciente que es joven, bien podía venir al ambulatorio y no obligarlo a ir a su casa, pero hoy no tiene ganas de discutir. Si no visita a este paciente y lo tranquiliza, se pasará el fin de semana llamando a los de urgencias. Y lo peor, sería que esta vez fuera algo más grave que un catarro y haya consecuencias. Es una mierda, tener que estar siempre con la amenaza de la denuncia, de la negligencia… Sería fantástico que hubiera algo más de confianza entre médico y paciente.

Tarda un cuarto de hora en encontrar aparcamiento y después de subir hasta el ático, por supuesto sin ascensor, se encuentra con el paciente que por teléfono decía estar muriendo. Después de escucharlo y explorarlo, le diagnóstica un simple catarro. Intenta no enfadarse y actuar como un profesional, pero después de visitar más de cuarenta pacientes, luchar contra el tiempo, intentar mantener una sonrisa cada vez que abre la puerta, acomodar el cerebro una y otra vez para escuchar problemas distintos, ser eficaz, y con el poco tiempo que dispone para cada visita; a estas horas del día está realmente agotado. Siente la cabeza hueca, como si los problemas de los cuarenta y tantos, le estuvieran parasitando las neuronas. Y para `postres el catarro. Cuando un paciente lo llama a casa, en teoría es porque se encuentra tan mal que no puede acudir al ambulatorio y espera encontrar al menos una buena neumonía y no un resfriado vulgar.

Vuelve al coche empapado e intentando luchar contra su enfado. El paciente quería antibióticos para su catarro, ha intentado explicarle que el antibiótico es ineficaz para un virus, incluso es nocivo porque baja las defensas, y el rollo de siempre: que cuando le haga falta de verdad no le hará efecto, las resistencias y todo lo demás, pero fue un monólogo, seguro que mañana, llamará al medico de guardia y no parará hasta que otro galeno le recete el antibiótico deseado. Punto muerto, piensa. Hoy es viernes y los problemas igual que la bata blanca, se quedan en el perchero del despacho.

Está cayendo un diluvio, pero ya no tiene tiempo de ir a casa. Enfila la ronda y se dirige directamente al restaurante, deseando poder llegar antes que ella, al menos por esta vez.
Hoy la va a sorprender, en el maletín guarda dos billetes para ese viaje del que tanto han hablado, se irán por fin a Egipto y los dos solos. Ha quedado de acuerdo con la suegra, para que se encargue de los niños, haciéndole prometer algo bastante difícil: que calle.

Tras diez años de casados, conoce casi más detalles de Egipto que de Barcelona. Cuando ella estudiaba la carrera, tenía la costumbre de hacerlo en voz alta y lo martilleaba con los temas del próximo examen. Egipto era el preferido, por ello había estudiado historia del arte y quería hacer ese viaje cuando acabara la carrera. Acabó la carrera pero el viaje se pospuso. Nacieron los niños, los apuros económicos, pero el mayor impedimento era el hecho de que le costaba mucho separarse de sus hijos, parecía que seguía con el cordón umbilical muy atado a sus retoños. Se deprimía cuando los niños no estaban cerca, y se agobiaba cuando los tenia encima, pero así era, y por eso la quería. La quería más que el primer día. Sentía admiración por su mujer, admiraba la fuerza que tenía para encararse con todo. Cuando parecía que tocaba fondo, surgía como un ave fénix de sus cenizas. Vitalista, vivía todo intensamente y para él, era como una vitamina. Su mujer era como el mar, una ola que arrastraba con ella trozos de vida. Era como la espuma que se desintegra en la playa, alegre, cambiante, explosiva. Necesitaba bucear en aquel azul abismo para sentirse vivo.

Cuando piensa en ella, una sonrisa adorna sus labios. Se conocieron en un metro, en el trasbordo de Diagonal y tenía aquel momento tan claro como el primer día. Todo el gentío que corría por los andenes se difuminó, hasta convertirse en fantasmas invisibles y en un primer plano, apareció una joven desencajada a punto de llorar. Se le había caído la carpeta al suelo y todos sus apuntes se habían desperdigado por el arcén. Se quedó un rato mirándola. Aquella chica estaba montando una escena única, que desdibujaba el entorno de gente gris que corría por su lado, gente gris que sólo miraba hacia delante, gente gris que contrastaba con su luminosidad. Estaba arrodillada en el suelo, recogiendo folios dispersos y con el cabello tapándole la cara. Tras unos segundos de contemplación corrió a ayudarla, cruzaron las miradas y desde aquel primer momento se dio cuenta solo con mirarla que era la mujer de su vida, la mujer que siempre había soñado, y ahora por fin, la tenía delante de él.

Con el paso del tiempo seguía enamorado y realmente la quería más. Era un complemento a su carácter quizás demasiado relajado. Junto a ella no tenía espacio el aburrimiento, pero la relación estaba encallada en un punto muerto. Su vida en común se había convertido en un pantano. Ella siempre irritable, se consumía por la impaciencia, y él no sabía ayudarla. Se pasaba el día escuchando problemas de los demás y no sabía como resolver los suyos. Quizás no quería verlos, también era consciente que no desconectaba de su faena, debía seguir estudiando al llegar a casa, siempre surgían dudas en la consulta que debía repasar, luego estaban los niños, los achaques de los padres. Era como si el tiempo de ellos dos hubiera dejado de existir. Sus vidas transcurrían por caminos paralelos y ya era hora de buscar una intersección. Comprar los billetes para Egipto, había sido una de las mejores ideas que había tenido, esta noche sorprendería a su mujer.
Siempre hay tiempo para rectificar.

Llega empapado al restaurante, y después de adecentarse en el lavabo, se sienta en la mesa reservada. Pide al camarero un martini blanco y coloca los billetes del viaje, junto al jarrón con dos rosas amarillas que hay en la mesa ¡Perfecto, ha llegado por una vez antes que ella!

La pareja de al lado ya esta tomando los postres, cuando se acerca el camarero, disimula mirando a otro sitio. Se retrasa más de una hora y es muy extraño en ella. Quizás se retrasa por la lluvia, quizás… Se está poniendo nervioso. No le ha contestado a las llamadas telefónicas. Cuando se siente del todo desesperado, el móvil empieza a sonar, será ella, piensa.
Una voz desconocida y grave le habla de la lluvia, le dice algo de un coche que ha perdido el control en una rotonda, un accidente. No puede escuchar más, sus músculos se agarrotan, el móvil se le cae de la mano.

El policía sigue explicando una historia al vacío.

Se vuelca el martini, el líquido transparente se derrama sobre las rosas amarillas y los billetes del soñado viaje a Egipto.